sábado, 24 de noviembre de 2007

De la lucha de clases


La lucha de clases surge cuando la clase propietaria de los medios de producción explota la fuerza de trabajo de las clases impedidas de acceder a los mismos. Las clases no se definen por su ubicación en la estructura productiva, sino por su lucha respecto a las demás.

El ser humano, para subsistir y satisfacer sus necesidades (básicas) explota los recursos naturales, valiéndose de determinadas técnicas y relaciones de producción. No sólo en el capitalismo, sino en toda sociedad civilizada, una minoría se apropia de los medios de producción y recurre a transformaciones en la sobreestructura, destacándose las características de la estructura jurídico-política. Para legitimar la propiedad privada de los medios de producción, las clases dominantes del sistema capitalista consagran normativas jurídicas que lo legitimen, y defiende y perfecciona aparatos, en especial el estatal y el burocrático, para legitimar las relaciones de producción que se dan en el seno de la formación económico-social.
El capital precisa de una fuerza de trabajo que lleve a cabo el proceso productivo (en el pasado eran los trabajadores y la maquinaria, pero la irrupción de nuevas técnicas de producción, como la robótica y la informática, preanuncian la parálisis de la formación económica capitalista de la sociedad), y que asuma su función de clase explotada (no conscientemente), para evitar que el descontento social se traduzca en la subversión del sistema.
Las distintas clases sociales asumen funciones específicas en el seno de la estructura productiva, acompañadas de normas jurídicas particulares y un determinado sistema político que legitiman dichas funciones y las regulan. La explotación de la fuerza de trabajo y la apropiación de la plusvalía por parte del capitalista es una relación de producción inherente al capitalismo, y propia sólo de su estructura, pero no de sociedades en las que se carece de una clase fundamental que asuma las responsabilidades tomadas por las burguesías nacionales europeas.
El planteo de la lucha de clases depende de cada bloque histórico, y estos son marcadamente distintos en el centro y la periferia capitalistas.
La revolución socialista estallará en los países más desarrollados del sistema capitalista, una vez que se agoten las posibilidades de evolución de la formación económica de la sociedad. Es un error característico de los movimientos políticos anticapitalistas o al menos “populares”, el considerar al posibilidad de una inmediata revolución en algún país de la periferia. Las condiciones subjetivas, en especial la construcción de conciencia política de las clases subalternas, se darán sólo en los países más desarrollados, ya que en la periferia el atraso económico guarda alternativas para estimular el desarrollo institucional y controlar la superestructura ideológica.

Las autonomías regionales



Al hablar de autonomía nos referimos a la que se ejerce o se intenta ejercer en un territorio determinado de un Estado, es decir, al goce de privilegios jurídico-políticos y derechos administrativos particulares, acompañados de una superestructura ideológica funcional. Es la relación entre un sector del poder público o una experiencia de organización social (que no niega la lucha de clases) y los diversos componentes del aparato estatal (en particular el sistema de partidos políticos que soluciona las diferencias que surgen entre los diversos segmentos de las clases dominantes y las instituciones, como las FFAA, a través de las cuales se garantiza la perdurabilidad de la dominación ampliada) y las instituciones de la sobreestructura (como las instituciones religiosas).
Las clases dominantes que manipulan el aparato estatal central prefieren ceder espacios de poder a las clases dominantes regionales, antes que asistir al surgimiento de un nuevo Estado clasista que pueda oponerse a sus propios intereses.
Es un enfrentamiento entre distintas facciones de la clase fundamental. El poder central construye hegemonía a través del aparato estatal y sus instituciones adyacentes, y expande su área de influencia geográfica, en la cual reproduce las relaciones de producción capitalistas, explotando la fuerza de trabajo local y apropiándose de la plusvalía.
El derecho de propiedad vigente y el aparato burocrático legitiman la propiedad privada de los medios de producción que favorece el modelo de acumulación, pero la clase fundamental local presiona para obtener privilegios jurídicos que le permitan concretar sus propios intereses, lo cual implica un enfrentamiento directo con el poder público central.
Las clases dominantes locales, excluidas del aparato estatal, recurren a las masas, inculcándoles ideas separatistas, lo cual le permite contar con el apoyo de las clases subalternas e impedir que la dirigencia del movimiento separatista, que en numerosas ocasiones desemboca en un militarismo al cual adhiere la población, aunque no por eso la opinión pública, sea arrebatada por individuos u organizaciones que se apartan de los objetivos de la clase fundamental local de construir un mercado que le permita reproducir el modelo de acumulación capitalista.
Estos enfrentamientos en el seno de las clases dominantes, que responden al control ejercido en espacios geográficos donde el capital se apropia de la plusvalía, son propios de Europa (en otras regiones del mundo no puede hablarse de reclamos autonomistas en sentido estricto), y los ejemplos, como la lucha que persiste en el País Vasco o Irlanda del Norte, aunque con factores interactuantes característicos, son una evidencia del control que practican las clases dominantes sobre la opinión pública para contar con la adhesión de las masas, que asumen como propia una plataforma política ajena a su propia conciencia política.